“Y esos cuerpos que hemos acariciado durante tanto tiempo, nos engañan en el momento en que más los necesitamos”- Dalai Lama

En toda nuestra vida, el cuerpo es sin duda el compañero más próximo. A veces hasta nos parece que somos nuestro cuerpo. Pasamos miles de horas lavándonos el pelo, cortándonos las uñas, dándonos aceites, cuidando el cuerpo en todas las formas posible. Alimentándonos, descansando, alejándonos… Podríamos tener muchas actitudes hacia el mismo… odio, amor, desprecio,… En cualquier caso el cuerpo es el compañero más íntimo, que ha pasado más horas con nosotros que nadie…. Pero nos olvidamos que un día ese compañero no tendrá oxigeno, no circulara su sangre, no tendrá vitalidad… será un cadáver, ya no estará aquí.

El último cambio, no será el ultimo que sufrirá, porque después de muerto, si no es incinerado, se descompondrá y pasara por todas la etapas de cambio y decadencia con el fin de acercar la muerte a nuestra vida.

Parte de las meditaciones más importantes en la tradición budista, son contemplar la muerte y los cementerios, como nuestro viaje final. En el Suttra Mahasatipatthana Buddha enseña como contemplar el proceso primero calmando la mente, con la atención plena y luego poco a poco a través de palabras y visualizaciones, creando cada etapa y contemplándola. En verdad nuestros cuerpos son de la misma naturaleza que el cuerpo que visualizamos, nuestros cuerpos no nos pertenecen a nosotros, si no a la naturaleza de la mente. Y no hay ninguna estabilidad en la naturaleza de la mente.

Para poder hacer una buena negociación con esta naturaleza del cuerpo, consideramos que la sabiduría puede ayudarnos a comprender. Si no el temor a la muerte o la resistencia a envejecer aparecen, vemos como emerge la conciencia sin prejuicios viendo cómo surge y desaparece. Una de las practicas más sencillas para entrenarse puede ser comenzar por la visualización de un órgano interno del cuerpo, el que más fácil puedas imaginar, entonces presta atención poco a poco a lo que le sucede después de la muerte, como el cuerpo pasa por las diferentes etapas de descomposición. Cuando llegues al polvo y las cenizas, visualiza que vuelves al punto de partida, y haz que la mente sea consciente de todo el proceso. Viendo que es completamente independiente.

Cuando hablamos de la muerte, los pacientes tienden a mirar hacia otro lado: “si ya lo sé que me voy a morir”, “ya lo sé lo que me vas a decir, sé que voy a morir algún día”. Es cierto que sabemos que moriremos y que no podremos llevarnos nada, y menos que nada el cuerpo. Sabemos que nuestro cuerpo va a ser polvo… porque como todas las otras cosas en el universo está sujeto a la ley de la impermanencia. Yo diría que lo conocemos y lo desconocemos a la vez. Lo sabemos en nuestra cabeza y lo ignoramos en nuestro corazón. Nos permitimos que el miedo penetre en los huesos, pero si fuésemos realmente conscientes de esto, podríamos vivir de otro modo, nuestra vida seria plena, y todo este planeta tendría más conciencia de la impermanencia.

Si comprendiésemos la realidad de la muerte, todo sería diferente, pensando que este puede ser el último día de tu vida, que tendrás que morir…. Esta verdad cambia toda nuestra relación con nosotros y con los otros. Si somos capaces de trabajar el tema de la mente en mindfulness , como el último cambio, la vida en última instancia va a ser más ligera, más alegre. No te lo propongo para deprimirte, sino para que vivas más feliz y más intensamente.

Te sugiero un ejercicio: esta noche antes de irte a dormir, camina por tu casa y mira a tus hijos durmiendo, piensa en tus amigos, en tus padres, en todo el que camina por la calle… y piensa por un instante que todos ellos “ van a morir”. Todos somos viajeros de la muerte, esta meditación sobre la conciencia del último cambio, te dará una actitud de apertura sincera con todo aquel que te encuentras. Sintiendo que puede ser el último momento que le hablas, le ves, le tocas o le besas.

La muerte está en todos sitios, una profunda maestra que no para de enseñarnos, un ejemplo para cultivar y no para evitar. Abrir el corazón a esta verdad profunda, puede ser de gran ayuda para vivir y para morir… cuando te llegue el último cambio.

Por Koncha Pinos- Pey. Ph. D

       

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