Esta semana he recibido a unos pacientes en un estado de tristeza profunda. Su hija adolescente se había suicidado. Me pareció tan dura la historia que traté de ofrecerles a los padres un poco de “misericordia”. Pero deseándoles la felicidad me sentía mal, y deseándome la felicidad a mí misma me sentía peor aún… Era como una traición a ellos.
Mientras caían las lagrimas por sus mejillas, las mías empezaron a surgir espontáneamente. ¿Como podía aplicar la compasión en este momento? Me encontré dudando de todo lo que había aprendido hasta ahora, dudando de mí, pero no del Dharma. Así que recordé cómo la compasión debe ir siempre acompañada de la sabiduría del discernimiento. No era la primera vez que había sido testigo de situaciones duras, donde la misericordia no llega, donde el fin del dolor parece inagotable. Hay que hacer discernir a los padres entre el dolor y el sufrimiento, con el fin de poder ofrecerles un trago de compasión sabia.
Muchas veces los estudiantes de Dharma en Occidente estudian las brahmaviharas (compasión, misericordia, alegría altruista y ecuanimidad) por separado… como si pudiesen existir separadas de la sabiduría. Esto es un gran error. La filosofía budista es única en su insistencia entre la unidad de la mente y el corazón: son inseparables. Una entidad compuesta que cogenera la sabiduría y la compasión en un abrazo continuo, interrelacional y universal. Un corazón despierto integra las ideas de la mente y una mente despierta ofrece el consuelo con el corazón abierto…. Entendiendo que el sufrimiento es inevitable en esta existencia.
Les sugerí a los padres que diferenciasen entre el dolor de la pérdida y el sufrimiento que les estaba generando mentalmente la pérdida. Este sabio pero amable matiz es puro reconocimiento, el primer pasó para poder generar compasión. Se sentaron y se calmaron, y poco a poco mi solicitud hizo efecto. Luego hablamos sobre la visión de la felicidad como “ausencia de tristeza”. Les maticé que uno puede ser feliz y estar triste. Sabiendo esto poco a poco entraron en la sabiduría compasiva. Empecé a sentir alivio, incluso en ese estado de abyecto dolor, me pude mostrar como un facilitador de verdadera compasión… Pude hacer algo por estos padres en duelo.
Deseé que estuvieran libres del sufrimiento, de la culpa injustificada, de la culpa justificada que pudiera surgir más tarde en su mente. Les deseé que abriesen su corazón a sus amigos, a sus familiares, a sus otros hijos… y que fuesen capaces de recibir amor. Fue entonces cuando en medio de las lágrimas brotó una sonrisa… Entonces pudieron empezar a experimentar la profunda unión de la compasión y la sabiduría. El poder de la misericordia y la compasión.
Sin sabiduría podemos confundir impulsos y acciones compasivos y generar codependencia. Precisamente comprender el significado de la sabiduría de la vacuidad es en realidad poder distinguir sabiamente. Todos los seres sufren y no siempre se puede aplicar una acción compasiva interna o externa para aliviar el sufrimiento… pero sí se puede aplicar sabiduría.
Koncha Pinós Pey
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