Hace años regresando de un retiro en Corea, le traje a mi hijo uno de los regalos más preciosos para meditar: el cucharon del Tenzo. Mi hijo que entonces tenía 5 años me miro y sonrió, automáticamente se fue con él a la cocina y sirvió el arroz. En los monasterios Zen, la posición del Tenzo, o jefe de cocina se considera como una de las más preciosas. El maestro Zen Dogen-( 1200- 1253) instruyo a sus monjes sobre la importancia de aquel que tiene el cucharon

Los monasterios Zen, cuentan tradicionalmente con seis posiciones que representan las actividades que compartían los discípulos de Buda. Entre ellos está la figura del Tenzo, que se encarga de preparar el alimento para los montes. Desde la antigüedad este puesto era ocupado por eminentes maestros que tenían una forma particular de buscar la mente, o por discípulos de altas aspiraciones que estaban a punto de alcanzar la iluminación.

El ciclo del trabajo del Tenzo empezaba después de la comida del mediodía. Primero recibía los ingredientes para el día muy temprano: arroz, verduras, etc.… Después de haber recibido estos ingredientes, meditaba en ellos, como si fueran su propia mente. Proteger la comida del monasterio, era guardar la visión de los practicantes. Respetar la comida como si fuese el propio Buda, y tener el mismo cuidado con los alimentos, crudos que cocidos.

Cuando lavaba el arroz o preparaba las verduras, tenía que hacerlo con sus propias manos, no podía encargarlo a nadie, mirando y meditando con sus propios ojos, haciéndolo con un esfuerzo sincero. Estando presente, sin estar inactivo ni por un momento. No tener cuidado con la comida, o descuidar un proceso equivalía a no estar presente. No había que regalar la oportunidad de meditar nunca, incluso una gota de mérito en el océano cuenta, no había que abandonar ni una sola partícula del alimento, no permitir que cayera a la tierra, o se ensuciase. Cuidar de la comida, equivalía a recoger una montaña de bendiciones.

El reglamento del monasterio Zen dice que si los seis sabores no son adecuados o si a la comida le faltan las virtudes, la ofrenda del Tenzo no es completa. Tener cuidado con la tierra cuando se examina la verdura, cuando se examina el arroz. Tener cuidado con el arroz cuando se tira la arena. Si se fija uno bien en la mente, sin distracciones, las virtudes se darán y los sabores serán completos.

Un día un monje le pregunto a su maestro: Maestro ¿se lava la arena lejos del arroz o el arroz lejos de la arena?

– Lavo tanto la arena como el arroz a la misma distancia y con el mismo tiempo

Es probable conocer a maestros verdaderos, así como a discípulos atentos, que buscan diversas formas de entrenar la mente, entre ellas y desde tiempos antiguos estaba esta práctica: examinar el arroz y la arena para que el arroz no fuese tratado como arena, ni la arena fuese tratada como arroz.

En los Monasterios Zen, el Tenzo debe meditar personalmente en él para ver que está perfectamente limpio. “No pierdas arroz cuando se cuela el agua”. Desde tiempos antiguos, se ha usado una bolsa de arroz para colar el agua. Cuando la cantidad de arroz y de agua se ponen en armonía en una olla de hierro, las ratas no la asaltan, ni tampoco los curiosos miran en ella
Después de cocinar las verduras para la comida de la mañana, antes de preparar el arroz y la sopa de mediodía, preparaba los tazones asegurándose que estaban completamente limpios. Poniéndolos en el lugar apropiado, ni muy altos, ni muy bajos. Las cosas tienen que estar en su lugar: palillos, cucharas y demás utensilios deben de ser examinados con igual cuidado, con sinceridad y destreza.

El trabajo sobre los alimentos no tiene fin, hay que examinar si el arroz tiene gorgojos, si las lentejas tienen piedras, y con cuidado sacarlas. Mientras se está preparando el arroz y las verduras de este modo, el asistente debe cantar un Sutra para el espíritu guardián de la chimenea

Durante la preparación y el cocinado de la comida no se debe hablar, ni de cómo se obtuvo la comida, ni de que quien la ofreció, solo prepararla con sincero silencio. Hay que evitar que el malestar llegue a los alimentos. Debiendo practicar de tal modo las cosas vienen y se van, permanecen en la mente y se devuelven, asi día y noche.

Después de haber preparado la comida de mediodía, queda preparar la noche, limpiando las ollas hirviendo el arroz y la sopa. El Tenzo no debe estar nunca lejos de la cocina. Prestar atención a todos los movimientos con ojos atentos, no perder ni un solo momento, ni un solo grano: lavar las vasijas, hacer el fuego, hervir, colar.

“Cuando se hierve el arroz, se sabe que el agua es la propia vida”, dijo un maestro zen. Poner el arroz hervido en las cestas de bambú, y luego en las bandejas. Cuando se recogen las hierbas, cuando se hace la sopa… tiene que ser tan fina como la mente, sincera y pura. Sin mancha como el océano mental del Dharma. El gran océano tiene un solo sabor, cuanto más sacas los restos de la forma y nutres el cuerpo más sagrado se vuelve.
Cremas finas, hierbas silvestres, arroz o verduras, todas son iguales y no hay dos iguales. La boca es como un horno, siendo conscientes de ello, incluso el aire puede nutrir el cuerpo sagrado y producir brotes del vacío y de la forma. No hay que tomar a la ligera la forma. Un gran maestro debe ser capaz de beneficiar a sus discípulos incluso con una hierba silvestre.

Todos los miembros de la comunidad son iguales, sin defectos, todos tienen meritos, sean viejos o jóvenes, ¿cómo podemos saber algo de la mente de los demás? ¿Quién puede saber lo que es sagrado y lo que es ordinario? El Zen dice “un ser ordinario o sagrado puede atravesar libremente a través del tiempo de las diez direcciones”

Después de aquel viaje de Corea, mi hijo asumió la posición de Tenzo cuando hacíamos arroz… cogía la cuchara y repartía; era pequeño y no acababa de entender el significado, pero a pesar de ello su espíritu le permitió asumir el cargo. Si hay algo que merece ser venerado es la inocencia; es el paso principal hacia la iluminación.

Seguir el camino incluso separando la arena del arroz y ofrecerlo, actuando con armonía entre la mente y el gesto. ¿Puede acaso haber mayor virtud que hervir una taza de arroz?

Kpncha Pinos Pey

       

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