“Yo no soy una budista de cojín, he querido estar en la calle… al lado de los que sufren”, dice Roshi Joan Halifax. Es médico, antropóloga, ecologista, activista de los derechos civiles, cuidadora en hospicios de moribundos, autora de numerosos libros sobre budismo y espiritualidad. Hoy se dedica a sus tareas de abad y maestra en Upaya Zen Center, en Santa Fe, Nuevo México, donde nos encontramos. Por Koncha Pinos- Pey 

Fundó la comunidad adscrita a los Zen Peacemaker, de su maestro Bernard Glassman y Thich Nhat Hanh; estudió con el maestro coreano Seung Sang. En los 70 colaboró en los proyectos de investigación de LSD con su ex marido, Stanislav Grof, y también colaboró estrechamente con Joseph Campbell y Alan Lomax.

Es fundadora de Ojai, comunidad en California. Fundó la Orden de Budismo Socialmente Comprometido. Roshi Joan ha realizado una intensa labor con los moribundos a través de su proyecto Being with Dying (Estar con la Muerte). Está en la Junta de Directores del instituto Mind & Life con el XIV Dalai Lama. Ha dedicado toda su vida a la exploración de la relación entre la ciencia, el budismo y el compromiso social.

Camino de Upaya

Si fuese a morir y pudiera pedir un deseo… pediría que Roshi Joan Halifax estuviese conmigo en ese camino. Me sonríe y habla con calma y autoridad. En una cultura donde la muerte es un enemigo ignorado, negado, escondido, diseccionado, Joan me toca el corazón con su “Estar con la Muerte”. Mientras sostiene a los moribundos, los escucha, los consuela, los calma, los alivia de cualquier sufrimiento, usando medios hábiles. Siente sus pensamientos, permite que sus temores surjan y en el último suspiro tembloroso, les sostiene en brazos.

Lo mismo sube al Everest que entra en una iglesia, sale de una sinagoga y duerme en un hospicio. Su vasta formación y experiencia, su visión y su forma de actuar se basan en su profundo conocimiento de la medicina y el budismo. La relación de interdependencia desde los ancestros -los nativos, la Tierra, los recursos, el rio, la montaña-, hasta la intimidad… marcan la arquitectura de nuestra mente.

El camino hasta Upaya en Nuevo Mexico puede ser tan difícil como quieras… A mí me ha costado años de baches, tormentas y rupturas. Nada que ver con esta mujer que me espera, alguien que se cruzó el Atlas en furgoneta, camina como una montañera y aún atraviesa China y Japón tras los pasos de Dogen Zenji. Finalmente estoy en casa, lo sé.

“La compasión me da vida”

No sé si es el ser más valiente que he conocido, pero una de las más valientes, seguro. Navega por los surcos de la vida y de la muerte, cuando habla… solo respiro unidad.  Su fortaleza es su fragilidad, su mente es brillante y su corazón es enorme, pero su cuerpo envejece. La ausencia de miedo y fragilidad: dos fundamentos de esta gran maestra Zen, académica y activista… un espíritu libre y salvaje, divertida, atrevida, motivada y disciplinada.

Las heroínas se reflejan no solo en la forma de pensar, sino también en la forma de vivir y de morir, y es que lo hacen desde el corazón. “¿Sabes?, lo mejor que has hecho -me dice- es estudiar neurociencia. La neurociencia es muy importante para acercarnos a comprender la mente”.

“Se abre otro nivel de la existencia cuando se reconoce que la vida está en el interior. El reto de los cuidadores es aceptar que ellos son los que están gravemente enfermos, no los enfermos. Que aprendan acerca de la neurociencia y de la psicología de la atención plena, la compasión y cómo los efectos del estrés en el cuerpo les convierte en victimas del altruismo patológico”.

“Estar despierto es amar. Eso es lo que es iluminarse: amar. No tiene nada que ver con el odio, ni con el miedo. Pero lo que sé es que es un sentido que no se separa del sufrimiento ni del vacío, donde habita toda la compasión, toda la sabiduría, toda la liberación, toda la esclavitud, entendiendo que somos la experiencia”.

“Muchos piensan que la compasión agota, pero te prometo que es lo único que me da la vida. La compasión tiene muchas caras, algunas son dulces otras son fieras, otras airadas, algunas son tiernas, otras exigentes. El Dalai Lama dice: el amor y la compasión son necesidades básicas, no son lujos. Nadie puede vivir sin amor ni compasión. Sin esto la humanidad no puede sobrevivir. Y yo diría que no solo la humanidad no sobreviviría, sino todas las especies morirían sin compasión”.

Sé que con Roshi Joan estoy en cada momento en una experiencia al límite, es mi comadrona. Estoy en esa situación en las que ya no tengo vuelta a tras, donde no tengo tiempo que perder, y todo está ya ganado. Y me gusta el verso que canta en el Sesshin de la noche: “La vida y la muerte son de suprema importancia. El tiempo pasa rápidamente y la oportunidad se pierde. Despertemos, despierta. No desperdicies tu vida”.

Koncha Pinós Pey

       

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