Mi mente se llena de ira cada vez oigo hablar a alguien en contra de los políticos, no soporto esa oleada de “desear lo peor a los gobernantes”. ¿Cómo podemos practicar la bondad amorosa hacia esos seres? Muchas personas llevan años meditando, y continúan años odiando. No han podido hacer frente a ese tipo de emociones conflictivas: es su lucha por encontrar la paz. Por Koncha Pinos-
¿Pero cómo puedo amar a los funcionarios o a los bancos que dejan sin casa a las familias?, me pregunta una estudiante que trabaja en juzgados.
Durante muchos años he trabajado en el ámbito de los Derechos Humanos y los Derechos Civiles, y he visto cómo los activistas “odiaban a muerte al enemigo”. Cómo abandonaban a sus hijos para salvar a otros, como engañaban a sus mujeres para defender a otras más desvalidas. Cómo se engañaban a sí mismos, en brazos de un mesianismo ensordecedor. ¡Lo que hace la adrenalina y la ignorancia! Al no responsabilizarse de sus emociones, las proyectaban en luchas; todo por no reconocer su propia lucha, su gran traición, su gran abandono, la herida de la indefensión que arrastran.
La traición de un amigo, una ruptura dolorosa, una situación injusta nos mueven sentimientos de indignación, enojo, disgusto, ira, rabia. Tenemos que hacer frente a esa hostilidad interna, ese sentimiento de separación persistente que nos devora la poca bondad amorosa que nos quedaba. Los reiterados intentos de perdón baldío brillan por su ausencia. Incluso los maestros bien instalados en la meditación sienten odio, y sufren y la ira sale a su encuentro.
Es un gran dilema ético:¿cómo no caer en la indignación, la rabia y la alienación, manteniendo tu motivación por la justicia social y el bien común? Del mismo modo que cuando una pareja se disuelve, ¿cómo dejar de lado la ira, la amargura, el abandono, la culpa y reclamar lo que es correcto cuando se trata de los niños?
Un niño me dijo que no confiaba en sí mismo para meditar. Que cuando trataba de fijar su mente en un punto, se sentía como si debajo del cojín hubiese miles de pulgas. Que si pensaba en algo malo, aumentaba su fijación. Un hombre lleno de dolor -porque su mujer ha abandonado su familia- me pregunta: ¿tengo que tomar pastillas o meditar?
Una posibilidad -en otras- para los meditadores es transformar las experiencias de la vida que nos provocan hostilidad haciendo una práctica de reconciliación plena. Las personas que hacemos esta práctica, conseguimos reducir drásticamente los efectos colaterales de caer en los brazos de los demonios. En particular, en situaciones difíciles matrimoniales y familiares. Solo reconciliándonos con nosotros mismos podemos avanzar.
Reparar la confianza
Reconciliar tiene mucho que ver con hacer compatible, armonizar y reparar la confianza. También podríamos decir que es “sentirse auténtico con uno mismo”, conciliar los sentimientos e ideas con la realidad. Cuando se practica la reconciliación plena, hay momentos de dolor y polaridad en uno y en los otros. Pero si permitimos que nuestro corazón no se cierre a los otros, estaremos tratando de alinear la mente y corazón… aceptándolos como son, incluyéndolos y no excluyéndolos.
Hay un tremendo costo en cerrar el corazón a los otros. En el nivel más práctico, nos llenamos de odio, ira y rabia, y esa es la posición inicial más clara para enfermar. Se reproduce la sensación de desesperación, victimización que en psicología conocemos como “indefensión aprendida”. Al negarnos a reconciliarnos con nosotros, estamos drenando la energía a que las cosas sigan ocurriendo en un sentido determinado: seguir siendo la víctima. “No esperes nada mejor, no vale la pena, nunca lo conseguirás”. Cerrar el corazón a los demás implica un grave contrato contigo mismo: los demás son siempre torpes y mejor que no sientas nada hacia nadie.
Practicar la reconciliación plena es alinear y masajear el corazón para ser como eres… momento a momento. No se trata de renunciar o de sentirte derrotado, sino no de ser coherente con lo que estás sintiendo. Es una manera de abrazar la totalidad de la experiencia plena, en la que nada se queda fuera -ni siquiera lo que te resulta insoportable-. Cuando no te separas de tus partes, tienes más acceso a la sabiduría plena y a tus auténticos valores, y por lo tanto tus acciones son más hábiles.
Para empezar a reconciliarnos, hay que reconocer la verdad de que hay diferencias sustanciales entre nosotros y los otros. Entre tú y el otro. La reconciliación no es que esas diferencias desaparezcan, no te puedes convertir en lo que los demás quieren que seas, no puedes ser amigo de todo el mundo. Más bien es el intento y el deseo de estar conectado a algo “sagrado”, aunque, en este momento, a pesar de las diferencias y de intentar encontrar la paz, a veces encuentres dolor.
No te estoy pidiendo que abandones la defensa de lo que crees correcto o justo, y que des lo inútil o dañino por sentado… solo para estar en paz con los otros. Para empezar, te pido que vayas liberando la tensión interior que bloquea la aceptación de la verdad como es. Si te han abandonado… eso es verdad. Si te han engañado… eso es verdad. Si han abusado de ti… eso es verdad. Una vez que la verdad ha sido aceptada y se libera esa energía, la situación puede resolverse de una manera que traerá la paz interior. A veces la resolución es no hablar más con alguien.
La reconciliación plena no es el punto final de la práctica; es el lugar en que comienza el corazón su andadura, para poder volver a amar. A través de la reconciliación ganamos impulso hacia la bondad fundamental. Una garantía incondicional para poder seguir deseando a todos los seres amor, independientemente de las condiciones o causas que hayan creado.
Una mujer que se ha divorciado de su marido, ahora es capaz de experimentar bondad amorosa hacia él. Porque él solo quiere ser feliz. Eso dijo Buda. Del mismo modo que yo, todos los seres merecen compasión… nutrir ese demonio atormentado. La reconciliación brinda el reconocimiento de la “humanidad común” y ese alineamiento permite hacer que emerjan cualidades para que el corazón se exprese.
Buda nos enseñó que no hay que aferrarse a los puntos de vista, que el odio nunca vence al odio. Ojalá que te reconcilies con aquellos con los que has tenido dificultades en la vida. Que todos los seres en todas partes se reconcilien.
A veces las emociones fuertes se presentan y lo que sientes es todo menos aceptación y reconciliación. No te desanimes: este es el mejor momento ideal para practicar y para abrir tu corazón a tus valores más profundos.
Que todas las personas y la tierra se reconcilien.
Que el mérito de esta práctica sea la liberación de todos los seres.
Comentarios recientes